Todo este capítulo trata de lo que podríamos llamar El
carácter cristiano en acción. Considera a las personas por edades y
condiciones, y establece cómo deben ser en el mundo. Empieza por los hombres de
edad.
I. Los hombres de edad (Tito 2:1-2)
A. Deben ser sobrios. La palabra original es néfálios, que quiere decir
literalmente sobrio en contraposición a dado a excesiva indulgencia en cuanto
al vino. Lo importante es que cuando un hombre ha llegado a la edad de la
madurez debe ya haber aprendido cuáles son y cuáles no son los verdaderos
placeres. Los hombres de edad deben haber aprendido que los placeres de
indisciplina personal cuestan mucho más de lo que valen.
B. Deben ser personas serias. La palabra original es semnós, que describe al que es
serio en el buen sentido. No se refiere a ser un lúgubre aguafiestas, sino a
que sea una persona que sepa que vive a la luz de la eternidad, y que no pasará
mucho tiempo antes que pase de la compañía de las personas a la compañía de
Dios.
C. Deben ser prudentes. La palabra original es sófrón, que describe al hombre
que lo tiene todo bajo control. Con los años, la persona de edad debe haber
adquirido ésa fuerza de la razón purificadora y salvadora que ha aprendido a
gobernar todos los instintos y las pasiones para que ocupen su lugar adecuado y
no más.
Tomando
las tres palabras juntas se obtiene el sentido de que la persona de edad debe
haber aprendido lo que puede llamarse la seriedad de la vida. En la juventud se
puede perdonar una cierta medida de precipitación y de improvisación, pero los
años deben contribuir a la sabiduría. Una de las cosas más trágicas de la vida
es la persona que no parece haber aprendido nada con los años.
D. Además, hay tres grandes cualidades en
las que un hombre de edad debe ser sano.
1. Debe ser sano
en la fe. Si uno vive realmente cerca
de Cristo, el paso de los años y las experiencias de la vida, lejos de quitarle
la fe se la harán más fuerte. Los años nos deben enseñar, no a confiar menos en
Dios, sino a confiar más en Él.
2. Debe ser sano
en el amor. Bien puede ser que el
mayor peligro de la edad sea que nos arrastre al critiqueo y la hipercrítica.
Algunas veces los años se llevan la simpatía. Desgraciadamente es posible que
uno se afinque en sus maneras hasta tal punto que lleguen a fastidiarle todas
las cosas y las ideas nuevas. Pero los años deberían aportar, no una
intolerancia creciente, sino una creciente simpatía hacia los puntos de vista y
los errores de otros.
3. Debe ser sano
en la firmeza. Los años debieran
templarle a uno como al acero, capacitándole para soportar más y más, y surgir
más y más como vencedor de las pruebas de la vida.
II. Las mujeres de edad (Tito 2:3-5)
A. Esta claro que en la Iglesia Primitiva
se les concedía a las mujeres de edad avanzada una posición respetable y
responsable. E. F. Brown, que había
sido misionero en la India
y conocía a fondo la sociedad angloindia del pasado, relata una cosa de lo más
interesante. A un amigo suyo de permiso en Inglaterra le preguntaron:
"¿Qué es lo que le gusta más de la India ?" Y su respuesta sorprendente fue:
«Las abuelas.» En el pasado había pocas mujeres de edad avanzada en la sociedad
angloindia, porque los encargados de la administración del país casi
invariablemente llegaban al final de su servicio y volvían al Reino Unido
todavía bastante jóvenes; y la falta de mujeres de edad era una deficiencia
seria. E. F. Brown continúa diciendo: «Las ancianas cumplen una función muy
importante en la sociedad; tan importante que uno no se da cuenta hasta que es
testigo de una vida social de la que están casi ausentes. Las amables abuelas y
las solteronas simpáticas y caritativas son las consejeras naturales de los
jóvenes de ambos sexos.» Las mujeres de edad avanzada a las que los años les
han dado serenidad y simpatía y comprensión tienen un papel importante en la
vida de la iglesia y de la comunidad que les corresponde por derecho propio.
B. Aquí se establecen las cualidades que
las caracterizan.
1. Su porte debe
ser el que corresponde a las que se dedican a las cosas sagradas. Como bien se ha dicho: «Deben aportar a la vida diaria
el porte de las sacerdotisas en un templo.» Como decía Clemente de Alejandría:
«El cristiano debe vivir como si toda la vida fuera una convocación sagrada.»
Es fácil comprender la diferencia que harían a la paz y a la comunión de la Iglesia el que se
recordara siempre que nos dedicamos a cosas santas. Mucho de las discusiones
amargadas y de las suspicacias y la intolerancia que caracterizan tan a menudo
las actividades de las iglesias se desvanecería como la niebla al salir el sol.
2. No deben
divulgar historias difamatorias. Es
una pésima característica de la naturaleza humana el que la mayor parte de la
gente prefiere escuchar y repetir una historia maliciosa antes que una que haga
pensar bien de alguien. No es mala resolución el comprometernos interiormente a
no decir nada en absoluto acerca de nadie a menos que sea una cosa buena.
3. Las ancianas
deben enseñar y entrenar a las más jóvenes. Algunas veces parece que el único don que les aporta la experiencia a
algunos es el de echar un jarro de agua fría a los sueños y los planes de los
demás. Es un deber cristiano el usar siempre la experiencia para guiar y
animar, y no para acobardar y desalentar.
III. Las mujeres más jóvenes (Tito 2:3-5)
A.
A las mujeres más jóvenes se las exhorta a dedicarse a sus maridos e hijos; a
ser prudentes, castas, buenas amas de casa; a portarse bien con sus criadas y
obedecer a sus maridos; y el objeto de tal conducta es que nadie tenga razones
para hablar mal de la Palabra
de Dios.
B. En
este pasaje tenemos algo coyuntural y algo que tiene un carácter permanente.
1. En el antiguo
mundo griego la mujer respetable llevaba una vida completamente recluida. Tenía sus propias habitaciones en la casa, y rara vez
salía de ellas, ni siquiera para comer con los varones de la familia; y no
entraba en sus habitaciones nada más que su marido. Nunca asistía a las
asambleas y las reuniones públicas; rara vez aparecía en la calle, y desde
luego nunca sola. De hecho se ha dicho que una mujer no tenía ninguna manera
decente de ganarse la vida. Ningún oficio ni profesión le estaban permitidos;
si trataba de ganarse la vida, no tenía más salida que la prostitución. Si las
mujeres de la Iglesia
hubieran salido de repente al mundo rompiendo las limitaciones impuestas desde
siempre, el único resultado habría sido el descrédito de la Iglesia y el que se dijera
que el Cristianismo corrompía a las mujeres. La vida que se les fija aquí
parece estrecha y limitada; pero hay que leer esto sobre el trasfondo de las
circunstancias de aquel tiempo.
2. En ese
sentido este pasaje tiene un carácter temporal; pero en otro sentido tiene un
carácter permanente. Es un hecho que
no hay tarea, responsabilidad ni privilegio más importante que el de formar un
hogar. Puede ser que, cuando las mujeres están agobiadas bajo la carga de las
mil y una responsabilidades que conllevan el hogar y los hijos, digan: «Si me
pudiera librar de todo esto, podría vivir una vida realmente religiosa.» Pero
es un hecho que no hay ningún lugar en el mundo donde se pueda vivir una vida
realmente religiosa mejor que en el hogar. En último análisis no hay carrera
más importante que la de hacer un hogar. A muchos hombres que han llegado lejos
en su profesión y en su vida, les ha sido posible sencillamente porque había
alguien en casa que los amaba y los atendía. Es infinitamente más importante el
que la madre esté en casa para acostar a sus hijos y oírles decir sus
oraciones, que el que asista a todas las reuniones públicas y de la iglesia del
mundo.
IV. Los
hombres más jóvenes (Tito 2:6)
A.
El deber de los hombres más jóvenes se resume en una sola frase, aunque
henchida. Se les encarga recordar el deber de la prudencia. Como ya hemos
visto, el que es prudente, sófrón, tiene la cualidad personal que mantiene la
vida a salvo. Tiene la seguridad que viene de tener todas las cosas bajo
control.
B.
La juventud es por necesidad un tiempo de peligros.
1.
En la juventud se
tiene la sangre más caliente y las pasiones pretenden dar las órdenes. La marea
de la vida fluye más arrolladoramente en la juventud, y amenaza con arrasarlo
todo, incluida la propia persona.
2.
En la juventud se
tienen más oportunidades de cometer errores. Los jóvenes se encuentran en los
ambientes en los que la tentación habla con voz más dominante. A menudo tienen
que estudiar o que trabajar lejos de casa y de las influencias que los pueden
proteger. No han asumido todavía las responsabilidades del hogar y la familia,
ni se han cargado con las hipotecas de la fortuna; todavía no poseen el timón y
las anclas que mantienen a los mayores en posición o en ruta mediante un simple
sentimiento de obligación. En la juventud hay muchas más oportunidades de
naufragar en la vida.
3.
En la juventud se
tiene a veces la confianza que viene de la falta de experiencia. En casi todas
las esferas de la vida, un joven será más temerario que sus mayores, por la
sencilla razón de que todavía no ha descubierto todas las cosas que pueden
fallar. Para dar un ejemplo sencillo, un joven conduce el coche a mucha más
velocidad sencillamente porque no ha descubierto lo fácilmente que se puede
producir un accidente o lo frágil que es el metal del que depende la seguridad
del vehículo. A menudo asumirá una responsabilidad con un espíritu mucho más
descuidado que un mayor, porque todavía no conoce las dificultades ni ha
experimentado lo fácilmente que se produce un naufragio. Nadie puede comprar la
experiencia; es algo que solo se adquiere con los años. Hay un riesgo y una
gloria en ser joven.
C.
Por eso, la primera cosa a la que debe aspirar un joven es al dominio propio.
Nadie puede ayudar a otros si no ha conseguido dominarse a sí mismo. " El
que domina su espíritu es mejor que el que conquista una ciudad» (Pro 16:32 ).
D.
La autodisciplina no es una de las virtudes más atractivas, pero es la urdimbre
de la vida. Algo realmente grande entra en la vida cuando la decisión de la
juventud se fortifica con la solidez del dominio propio.
V. El maestro cristiano (Tito 2:7-8)
VI. El obrero cristiano (Tito 2:9-8)
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