lunes, 28 de mayo de 2012

Epístola a los hebreos



I. El autor del libro
El autor de esta epístola neo testa­men­taria no se identifica en ella.  Saber quién la escribió es cuestión dificultosa. Aunque es im­posible determi­nar la cuestión con exactitud, a continua­ción doy las evidencias que apuntan a Pablo el apóstol como el autor de este libro.

A.    La iglesia antigua del oriente, en donde primero circulaba este libro, afirma­ba que era Pablo su autor.  Personas fa­mo­sas y conocidas, tales como Clemente de Alejandría (a fines del siglo 2), Orígenes (a principios del 3), y Eusebio, obispo de Cesarea en Palestina (a principios del 3), afirmaban tal conclusión.  (Eusebio es el bien conocido "historiador de la iglesia").
B.    La iglesia antigua del occi­dente al princi­pio no aceptaba la conclusión de ser Pablo el autor, pero desde el tiempo de Jerónimo (392 d. de J.) y Agustín  (354-430) vino a ser la conclu­sión general de la iglesia occidental, hasta el tiempo de la Gran Reforma Protestante.  (Martín Lutero re­chazó esta con­clusión, y hasta la fecha la mayor parte de los comentaristas alemanes la han rechazado).
C.    La palabra de bendición al final (13:25) es la que usa Pablo en todas sus  epístolas.
D.   Pedro escribió a cristianos judíos (cuando menos en parte), y se refiere a una epístola es­crita por Pablo a ellos (II Pe 3:15). 
E.    Fue escrito durante la vida de Pablo, pues todavía existía el templo en Jerusalén.  El autor era amigo de Timoteo (13:23) (Timoteo era el compañero continuo de Pablo), y estaba de prisio­nero en Italia (13:18, 19, 24).
F.    Este libro se incluyó en la versión de las Escrituras traducida al siríaco (hecha temprana en el siglo 2), y también en la an­tigua versión itálica.  Las inscripciones que acompañan a esta epístola en estas dos versio­nes traducidas atribu­yen al apóstol Pablo el ser el autor de ella. Ahora, consi­deremos brevemente las objeciones prin­cipales contra la conclusión de que es Pablo el autor de este libro.

1.    "Pablo firmó su nom­bre a las otras trece epístolas escritas por él, pero A Los Hebreos no trae su nombre".  En res­puesta a esto, se puede decir que omitió Pablo su nombre por razones de táctica, pues había contra él mu­cho prejuicio de parte de hermanos judíos resi­dentes en Palestina.  Pablo no quiso distraer del men­saje del libro, cosa que habría hecho tal vez, principiándolo con su nombre. (Se omite también el nombre del autor en las tres car­tas de Juan por razones descono­cidas).
2.    "Hebreos 2:3,4 indica que el au­tor no era apóstol, sino uno que ha­blaba según el testi­monio de otros". Es cierto que aquí en este pasa­je el autor emplea la pri­mera persona plural ("nosotros"), pero tam­bién lo hace en 6:1-3.  ¿Por eso se consi­dera el au­tor delincuente como ellos a quienes escribió?  ¡En ninguna manera!  Usa la pri­mera persona, así asociándose con sus lectores, para hacer más suave su admo­nición. También lo hace en el capítulo 2, deli­cadamente impresionando a sus lecto­res acerca de sus debe­res como cristia­nos de prestar atención a las cosas oídas (2:1) y de no descuidar (2:3). Habiéndose incluido con ellos en los primeros tres versículos, terminó el punto (3,4), usando la misma primera persona plural.
3.    El estilo del griego empleado en la composición de esta epístola no es el de Pablo".  Se admite que el estilo de esta epís­tola en el grie­go es sublime, pero no hay evidencia suficiente para hacer de esta ob­jeción un caso contra Pablo como el autor. Pudo haber usado Pablo un ama­nuense, como Lucas, quien como hombre tam­bién inspirado podría haber escogido palabras o frases según su estilo.  Pero, todo esto es conje­tura y no comprueba nada a favor o en contra.

G.   En conclusión, podemos decir que las mu­chas evidencias favorecen la opinión de que Pablo es el autor, aunque es una cues­tión que no puede ser decidida sumaria y decidida­mente.

II. A quienes fue dirigida la carta
Como con la cuestión de quién es el au­tor de esta epístola, así con está; es imposi­ble saber con exactitud a quiénes fue diri­gida originalmente.  Pero es evidente que los reci­pientes originales eran cristianos judíos de al­guna parte.  Algunos comenta­ristas modernos opinan que fue escrita a los hebreo converti­dos residentes en Roma e interpretan 13:24 de tal manera que tienen al autor saludando a esos hebreos de parte de italia­nos que estaban con él.  Pero la conclusión más aceptable y proba­ble del asunto es que fue escrita a los hermanos judíos residentes en Judea, y po­siblemente en Jerusalén en particular.  Para esta con­clusión sugiero las razones siguientes:

A.    Aunque no dice el texto mismo de la epístola a quiénes se dirige, la frase "a los he­breos" fue antepuesta a esta epístola en la anti­güedad, posiblemente antes del fin de la época apostólica.  Así vemos cuál era la opinión de los antiguos sobre el asunto.  Esta dedicatoria apare­ce en todos los ma­nuscritos griegos anti­guos y en la mayor parte de las versiones (traducciones a otras lenguas) antiguas (como por ejemplo, en la versión Siríaca y en la Itálica).
B.    Todos los llamados "Padres Eclesiásticos" concuerdan en la conclusión de que fue escrita a los hermanos hebreos resi­dentes en Palestina.
C.    El nombre "hebreo" aparece tres ve­ces en el Nuevo Testamento (Hechos 6:1; II Co 11:22; Fil 3:5).  Los judíos de Palestina, que hablaban todavía el hebreo o más bien, el ara­meo, una corrupción del he­breo, se distinguían a los de habla griega, resi­dentes en países de in­fluencia griega.  Estos últi­mos eran llamados "helenistas" (de la pala­bra griega para indicar lo que era griego).  En Hech 6:1, los "griegos" son los judíos hele­nistas, y los "hebreos" los de habla he­brea y residentes locales en Judea.  Eran to­dos estos cristianos, pero judíos (de raza) de distintos orígenes.
D.   La evidencia interna de la epístola apunta a esta conclusión como correcta, y se armoniza bien con ella, de que los reci­pientes principales de esta epístola eran los "hebreos en Judea."

III. Fecha y lugar de escritura
La conclusión, de que esta epístola fue es­crita desde Roma cerca de 63 d. de J., pronto después de libertado Pablo de la prisión la pri­mera vez, se basa en las obser­vaciones si­guientes:

A.    5:12 y 10:32-34 indican que había pa­sa­do bastante tiempo desde su conversión a Cristo.  No fue escrita, pues, temprano en el siglo pri­mero.
B.    Pero la nación judaica, destruida en 70 d. de J., todavía estaba en vigor y los servi­cios del templo todavía se celebraban, según está indica­do en tales pasajes como 8:4; 9:9,25; 10:11; 13:10.
C.    Las epístolas Efesios, Filipenses, y Colosenses fueron escritas por Pablo du­rante su encarcelamiento en Roma.  Timo­teo estaba con él. Pero en Fil 2:19-23, ve­mos que Pablo iba a enviar a Timoteo a los filipenses. En He 13:23 vemos que Timo­teo ya estaba ausente de Pablo ("está en libertad", dice la versión Revisada, pero también se puede tradu­cir "enviado". Pablo espe­raba la vuelta de Timoteo para hacer viaje con él hasta los he­breos para verles.  Parece, pues, que Pablo es­cri­bió esta epístola poco después de li­bertado de la prisión (según Fil 1:21-26 y 2:24 Pablo esperaba ser libertado de su primer encar­celamiento).
D.   He 13:24 indica que fue escrita desde Roma.  Escribiendo a los corintios desde Éfeso, Pablo dice "Las iglesias de Asia os sa­ludan" (II Co 16:19.  Ahora a los hebreos en­vía saludos desde Roma (o Italia), di­ciendo, "Los de Italia os salu­dan".

IV. El tema, la naturaleza, y el objeto de la carta
A.    El tema es la gloria y excelencia de Cristo Jesús y del Nuevo Testamento. La natu­raleza de esta epístola es exhortatoria (13:22).  El objeto es evitar la apostasía al judaísmo (a la "fe de sus padres") y así con­firmar la fe de los cristianos judíos 3:6,14; 4:14; 10:23), por medio de un gran contraste entre los dos Testamentos.
B.    Los capítulos 6 y 10, en particular, son ad­vertencias contra el volver atrás.  Estos cris­tianos hebreos confrontaban dos peli­gros muy grandes: la propaganda seduc­tora de los judai­zantes (los que abogaban por la esencialidad de guardar la ley de Moisés para ser salvos, Hch 15:1,24; etc.), y la persecución de parte de ju­díos incrédu­los (Hechos 8:1-3; I Te 2:14-16; etc.).
C.    El tema de esta epístola desarrolla la relación entre los dos Testamentos.  El Antiguo (la ley de Moisés) era solamente una sombra del Nuevo.  El perdón por medio de sacrificios de animales, el sacer­docio y los servicios del tabernáculo y del templo, eran solamente típi­cos, apuntando al Nuevo Testamento en el cual estas cosas halla­rían su realidad.
D.   Esta epístola tiene por propósito, pues, exhortar.  Es un libro de motivos.  En página tras página se le presenta al cristiano he­breo las razo­nes por qué debe perseverar en la fe hasta la con­sumación de su carrera en Cristo (13:20-23).  No escribió el autor a judíos inconversos, para con­vertirlos (aun­que la argumentación en esta epís­to­la basta para esto), sino a judíos converti­dos en cristianos para que no se aparta­ran de la fe en Cristo por medio de la incredu­lidad (3:12).
E.    Muchos hermanos judíos comenzaron a ra­zonar que la diferencia entre el judaísmo y el cristianismo no valía el costo, pues eran perse­guidos casi de continuo.  Esta es la ocasión que se le presentó al autor para que escribiera esta epístola. En ella, pues, mag­nifica la superiori­dad de la ley de Cristo sobre la de Moisés.
F.    Esta epístola prueba lo que los doctos de entre los judíos incrédulos negaban; a saber, que Jesús de Nazaret, crucificado por ellos, es el Mesías  (el Cristo),  y  por  consi­guiente el Hijo de Dios, y que su evangelio es esencial para la sal­vación de todo hom­bre, inclusive el judío que se gloriaba en ser descendiente de Abraham.  Esta epístola  proporcionó a los hermanos judíos per­se­guidos y tentados los ar­gumentos necesa­rios para refutar a sus opo­nentes a darles completo triunfo en sus batallas con ellos.

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