miércoles, 2 de noviembre de 2016

¿Pedro el primer Papa? (2)

III. VICARIO Y JEFE DE LAS IGLESIAS


Este es el punto fundamental. Nosotros preguntamos: “Pedro, el tan nombrado apóstol, ¿fue jefe de la iglesia y vicario de Jesucristo?” Los católicos nos responden que sí, citando las palabras dichas por Cristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”. Para conocer mejor el valor de este pasaje, examinaremos, leyendo la Biblia, si realmente Pedro se presenta como vicario de la iglesia de Cristo y jefe de la iglesia.

A) Vicario de Cristo

Jesús no necesita a un vicario en la tierra. Él nunca está ausente. Muchos creyentes razonan de la siguiente manera: “Cristo está lejos, subió a los cielos, por lo tanto no puede estar en la tierra. El delegó sus poderes en el Papa, que es su sustituto y actúa como su vicario”.

La Biblia no dice eso; Cristo no está lejos, él está íntimamente unido a nosotros. También después de sus palabras, “tú eres Pedro”, Jesús sigue diciendo que él edificará su propia iglesia. “Edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18). Es Jesús en persona quien trabaja en su iglesia, el que continuamente la está edificando; no son los obispos o el Papa, es Jesús sólo. La iglesia le pertenece sólo a Él y a nadie más. En cualquier parte donde se reúnan dos o tres personas en su nombre, Cristo estará con ellos. “Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Yo os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos” (Mateo 18:1855). Cuando Jesús dice “os aseguro” quiere hacer resaltar que el pensamiento que sigue es una verdad consagrada.

Cristo está íntimamente cerca de los suyos. Es El que los guía y los llama, es El que edifica su iglesia. Podríamos releer Mateo 28:20. “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Si él está con los suyos, no hay necesidad de un vicario. Nosotros no debemos temer nada, porque Él es nuestra fortaleza y nos sostiene en cada dificultad.

Cuando la Biblia habla de un vicario de Cristo o de un sustituto suyo, no menciona a Pedro, más bien nombra al Espíritu Santo. “Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). “Os he dicho estas cosas estando entre vosotros, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:25-26). “Mucho podría deciros aún, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir” (Juan 16:12-13).

El Espíritu Santo al haber iluminado a los apóstoles y al haberlos guiado a escribir el Nuevo Testamento, nos habla también por medio de esa Biblia que El inspiró. A través de esas palabras nosotros podemos conocer la voluntad del Padre. Y de ese modo el Espíritu Santo es el vicario de Cristo, elegido para hacer resonar hoy en nuestros oídos su palabra divina, reveladora de la voluntad de Dios.

B) ¿Pedro Jefe de la Iglesia?

Si Pedro no fue vicario de Cristo, ¿fue jefe de la iglesia? ¿Fue él superior a los demás apóstoles y obispos? Es conveniente basarnos en el comportamiento de Pedro y los apóstoles. Eso servirá de enseñanza para quienes quieran conocer la verdad.

1) Un episodio de Pedro

En Hechos 10 encontramos un episodio que nos muestra la humildad del apóstol y la conciencia de su nulidad. “Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando. Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos. Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pedro le levantó diciendo: “Levántate que también yo soy hombre” (v.24). Pedro se niega a toda veneración y a todo gesto de homenaje o estima. Con el término “adorar”, la Biblia indica el homenaje muy en uso en esos tiempos, postrarse a los pies de personas de linaje como reyes o príncipes. Pero Pedro no quiere esos gestos para sí.

Ahora, al contrario, el Papa, el supuesto sucesor de Pedro, obliga a los fieles a arrodillarse a sus pies. Cuando entra el Papa, el maestro de ceremonia grita a todos los presentes: “¡De rodillas!” Ese gesto en latín se dice “adoratio”, o sea, adoración. Y es lógico. Si el Papa es vicario de Cristo y jefe de toda la iglesia a la par de Jesús, entonces se le debe el mismo respeto y la misma estima que a Jesús en persona. Pero todo eso es lo contrario de la actitud de Pedro en Cesarea. ¿Porque? Porque Pedro sabía y comprendía que él era un hombre como los demás, sin superioridad alguna. En cambio hoy, el Papa se atribuye la prerrogativa de ser superior a los demás, jefe de toda la iglesia y vicario de Cristo. Si les decimos a los católicos: “Ustedes están equivocados con respecto al Papa”, no es una afirmación personal, sino que leyendo la Palabra del Señor, hemos encontrado que los primeros creyentes, mejor informados que nosotros de la verdad cristiana, pensaban y obraban en forma distinta de los católicos actuales. Es con dolor que me veo obligado a hacer esta observación, como también con dolor tuve que dejar la Iglesia Católica. Pero fue necesario, porque en determinado momento surge un conflicto grave: “O con la palabra de Dios o con la palabra de los hombres”. Y la elección debe ser lógica y natural.

2) El ejemplo de los apóstoles

¿Fue Pedro tal vez reconocido como el jefe de los otros apóstoles instruidos directamente por Jesús? No. En Lucas 22:24 leemos un episodio bastante significativo: “Entre ellos hubo también un altercado sobre quién parecía ser el mayor”. Reflexione un instante. Los apóstoles discuten el problema: “¿Cuál de nosotros es el mayor?” Yo me pregunto, ¿cómo es posible que los apóstoles se hicieran semejante pregunta y discutieran entre ellos por ese motivo? ¿Acaso Jesús no había contestado de antemano a ese problema indicando al apóstol Pedro como jefe? ¿No había dicho él: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”? Los apóstoles no habían entendido entonces la palabra de Jesús sobre la superioridad del apóstol Pedro. Ellos la entendieron en forma bien distinta a como la entiende actualmente la religión católica. No vieron ningún privilegio que constituyera a Pedro jefe de la Iglesia. Es preferible entonces estar con los apóstoles, que conocían mejor que nosotros la mentalidad de Jesús, cuando pronunció las célebres palabras “Tú eres Pedro”.

Luego, Jesús no responde a la cuestión diciendo que Pedro era jefe de la Iglesia. Insiste en demostrar la profunda diferencia entre la forma cristiana y humana de gobierno. Entre los cristianos el único medio para ser el mayor es servir a los demás, estar siempre a disposición de los otros, mientras que en el mundo el que manda es un tirano que con su despotismo quiere dominar a los demás. Solamente haciendo el bien a nuestro alrededor seremos grandes para Dios (Mateo 20:20-28).

3) Las enseñanzas de Pablo

Pablo negó a Pedro toda superioridad. Lea la epístola a los Gálatas y en particular sus dos primeros capítulos. Encontrará que Pablo no le daba gran importancia a Pedro y no veía en él al jefe de la iglesia. La única diferencia entre los dos apóstoles es que mientras Pedro fue el encargado especial de predicar a los circuncisos, o sea, a los hebreos, Pablo predicaba a los gentiles, a los no hebreos. “Pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles” (Gálatas 2:8).

Santiago, Cefas (Pedro) y Juan eran denominados “columnas” (no “jefes”) de la Iglesia de Jerusalén, sin embargo a Pablo le importaba bien poco conocer quienes fueran: “Y de parte de los que eran tenidos por notables ¡qué me importaba lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas, en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron , … y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos” (Gálatas 2:6, 9). Esto evidentemente no sería una manera correcta de expresarse por parte de Pablo, si él hubiera reconocido que Pedro era el elegido por Cristo como Jefe de su iglesia.

Cuando Pedro se equivoca, Pablo lo reprende públicamente y se le opone, haciéndole notar su error. “Mas, cuando vino Cefas a Antioquia me enfrente con él cara a cara, porque era digno de reprensión” (Gálatas 2:11). Si juzgáramos en base a los hechos, Pablo aquí pareciera sentirse superior a los otros para reprochar al colega equivocado. Pero en realidad tampoco Pablo era mas que los otros. Todos eran hermanos y ellos a su vez sometidos al mismo Jefe (Jesucristo). Jesús un día enseñó: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí’, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos” (Mateo 23:8).

4) Solamente Cristo es el jefe

Cuando Pablo habla de los jefes de la iglesia nos quiere recordar que sólo Cristo lo es, no Pedro. “Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo” (Efesios 1:22). “Las mujeres (que sean sumisas) a sus maridos, como al Señor, porque el marido es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza de la iglesia, el salvador del Cuerpo” (Efesios 5:22-23).

Esta última frase es muy importante: ¿Puede tal vez haber entre marido y esposa un vicario? Imposible. Tampoco en la iglesia puede haber un vicario ya que la relación entre Cristo y la iglesia es idéntica a la que hay entre esposos. Yo desafío a cualquiera a que me traiga un pasaje de la Biblia donde se lea que Pedro es elegido jefe de la iglesia. Si existiera no tendría la mínima dificultad en reconocerlo. Siempre la Biblia me dice que Cristo es el jefe de la iglesia, El solo. De Pedro no se dice nada, señal de que Pedro en esos tiempos no era considerado como se pretende hoy, jefe de la iglesia y vicario de Cristo.

5) Pedro se auto define

Quisiera terminar leyendo un pasaje del apóstol Pedro, en el cual él mismo nos dice quién es. No se proclama jefe de la iglesia o vicario de Cristo de ninguna manera, sino que se auto define como un anciano como cualquier otro. La única diferencia es que él, como apóstol, fue testigo de los sufrimientos de Cristo. “A los ancianos que están entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que esta para manifestarse. Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita” (I Pedro 5:1-4).

¡Esto es lo que Pedro dice! El no se proclama “obispo de los obispos”. Simplemente se dice, según el griego, “un anciano como ellos”. Además, según el apóstol, no deben ser unos tiranos, sino simples servidores, y buenos ejemplos para la grey. El “obispo de los obispos”, el sumo pastor, no es Pedro-es Cristo. “Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita”.

Este sumo Pastor, que es Cristo, también es nuestra piedra angular, en la cual nos apoyamos los cristianos. “Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida preciosa ante Dios, también vosotros cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo, pues está en la escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido. Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados” (I Pedro 224-8).

6) La convicción de los primeros Papas

¿Fue Pedro el primer papa y Vicario de Cristo? Encontramos que en la Palabra de Dios, Pedro nunca fue llamado así. Cristo siempre está presente en su iglesia. No pudo haber dejado a un sustituto, o sea, un vicario humano. También vimos que en la verdadera iglesia de Cristo, no puede caber un obispo de obispos, o un jefe universal. Sólo Jesús es el único jefe de su amada iglesia, su esposa dilecta, sin mancha ninguna. También encuentro que el obispo de Roma, Gregorio Magno (muerto en 604- Papa para los católicos) se opuso a Juan el Ayunador, Obispo de Constantinopla que pretendía llamarse “obispo universal”, o sea, jefe de los demás, y afirmó que ese título no correspondía a un obispo romano. Al contrario él dijo claramente que ningún cristiano puede asumir dicho título. Estas son sus palabras textuales: A causa de esta temeraria presunción, la paz de toda la iglesia está turbada y la gracia difundida sobre todos en común está negada. Oigo al apóstol Pablo decir: “Yo soy de Pablo”, “Yo de Apolos”, “Yo de Cefas”, e indignado ante semejante división del cuerpo del Señor, exclama: “¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros? ¿Fueron ustedes bautizados en el nombre de Pablo?” El entonces reprendía a los miembros del cuerpo de Cristo por haberse adherido a otro jefe, y no a Cristo. ¿Qué le diríais vos, Juan, al Cristo, que como bien sabéis es el jefe de la iglesia universal, el día del juicio final cuando tengáis que rendir cuentas? Vos que quisisteis someter a todos vuestros miembros, adjudicándoos el título de universal, vos que fuisteis capaces de colocaros por encima de los demás obispos y que con un arrogante título de soberbia pisoteasteis el nombre de ellos para que el vuestro fuera por encima de todos. Con todo esto estáis haciendo y repitiendo lo mismo que el Diablo: “Subiré a los cielos y exaltaré mi trono por encima de los astros de Dios”. Vuestra hermandad, despreciando a los otros obispos y haciendo lo imposible para someterlos, repite lo mismo ya dicho por el viejo enemigo: “Me levantaré por encima de las más excelsas nubes”. Me apena ver todos estos hechos y con el temor por los secretos juicios divinos aumentan mis lágrimas y mi corazón no puede ya contener sus gemidos considerando que el piadosísimo hombre, el señor Juan, hombre de tanta abstinencia y humildad, instigado por sus consejeros, pueda llegar a ser tan orgulloso, que por anhelar un título, hace lo imposible para parecerse a aquel que en su soberbia quiso tener semejanza con Dios, pero terminó perdiendo la gracia y la semejanza ya poseídas.

Por cierto Pedro es un miembro de la iglesia universal. Pablo, Andrés y Juan, ¿no son acaso jefes de cada comunidad? Pero son todos miembros! dependientes de un mismo jefe, o sea, Jesucristo. Para sintetizar en una sola expresión: Los santos ante las leyes, los santos bajo las leyes y los santos bajo la gracia forman todos, el cuerpo del Señor, y son todos miembros de la iglesia. Pero ninguno de ellos se otorgó el título de jefe universal. Pueda entonces, vuestra Santidad, reconocer cuán grande es vuestro orgullo, al pretender un título que ningún hombre verdaderamente piadoso jamás se haya adjudicado (Regento V, epístola 18).

El obispo de Roma nunca se adjudicó, de acuerdo al testimonio de Gregorio, el título de “obispo universal”. Pero un siglo después olvidándose de esta oposición, ¡el obispo romano se atribuyó dicho título, generalizándose luego! Pero con esas atribuciones él no hacía otra cosa que desviar los principios de hermandad, amor y obediencia a Jesús, que son las bases de la religión cristiana.


IV. TU ERES PEDRO

¿Qué significado tendría la promesa que Jesús dirigió a Pedro, el apóstol? Los católicos siempre nos hacen esta pregunta. Es lógico reconocer que, admitiendo la inspiración de la Biblia, un pasaje de la misma no puede estar en desacuerdo con otro. Si hay oposición, forzosamente hay que reconocer que nuestra interpretación está errada. Ahora si comprendemos el “tú eres Pedro” en el sentido católico, o sea, reconociendo a Pedro como jefe de la iglesia, chocarnos con los pasajes precedentes que niegan tal superioridad. Debemos entenderlo de otra manera. ¿Pero entonces cuál es el significado que le debemos atribuir?

Eso es la simple reafirmación de cuánto era Pedro en ese momento y un adelanto de cuanto importaría su actividad en la iglesia.

a) En ese momento él era la primera piedra que aseguró que Cristo es el Hijo de Dios. El contexto mismo nos lo hace entender; si en un pasaje nos olvidamos del contexto, se corre el riesgo de interpretarlo mal. Jesús en ese momento quería elogiar a Pedro que, inspirado por Dios, había confesado la gran verdad cristiana: que Jesucristo era el Hijo del Dios viviente: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16:16).

En la primera línea se exalta la profesión de fe expresada por el apóstol, profeta en esa oportunidad. En ese contexto se nos presenta a Pedro como el primer apóstol inspirado por Dios que ha proclamado al mundo entero cómo debe ser la fe de todo hombre para que llegue a ser un cristiano. A él, por esta razón, se lo considera cronológicamente la primera piedra de todos aquellos que, después de él, confiando en su palabra e inspiradas predicas, recibieran a Jesús (no como a un hombre, sino como al enviado, el Hijo de Dios).

b) Las palabras de Cristo son también una profecía de todo lo que Pedro haría en la iglesia primitiva. Por haber sido cronológicamente el primer apóstol que confesó su fe en el Cristo, el Hijo del Dios viviente, tendría también el privilegio de ser el primero que predique la necesidad de la fe, el arrepentimiento y el bautismo. La iglesia surgió inicialmente por la actividad de Pedro, como nos enseña el segundo capítulo de Hechos. En cierto sentido, bien se puede decir que la iglesia se apoya en Pedro, que con su predicación y actividad apostólica inicia la expansión del cristianismo. Los otros apóstoles no hicieron otra cosa que seguir sus pasos (Efesios 2:20).

Pero además: Pedro recibió también “las llaves” con las cuales o ata o desata todas las cosas en el nombre de Dios mismo (“cielo” es un sinónimo de Dios). “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mateo 16:19).

Las expresiones “atar” y “desatar” eran usadas en la Biblia y por los Rabinos para referirse a algo que era obligatorio (atar) o no obligatorio (desatar) para poder entrar en el Reino de los Cielos, o sea, en la iglesia de Cristo.

Justamente él, Pedro, fue elegido por Dios para declararle a Cornelio (Hechos 10) que la circuncisión no era obligatoria para la salvación (desatar). El fue elegido para señalar de una vez para siempre el camino que había que seguir para entrar en la iglesia y que se puede sintetizar en tres simples y obligatorias palabras: fe, arrepentimiento, bautismo (atar). ¡Fe en Cristo, el Hijo de Dios, muerto y resucitado por nuestros pecados! ¡Arrepentimiento de los pecados que nosotros mismos cometimos! ¡Bautismo, que con el símbolo de entrar y salir del agua, significa nuestra muerte al pecado con Cristo crucificado, nuestra sepultura con el Salvador, y al final, nuestra resurrección a la vida eterna en unión con el Redentor!

De este modo la profecía que Jesús dirigió a Pedro recibe una luminosa confirmación en la Biblia misma. La Biblia se explica a sí misma y confirma la enseñanza inspirada e inmortal. Pedro no tiene superioridad sobre los otros apóstoles, como jefe de la iglesia y vicario de Cristo, y tampoco transmite esta presunta superioridad a sus sucesores: los obispos de Roma.

CONCLUSIÓN:

Se dice hoy: “Usted altera la paz, enseñando cosas perversas, destruye la fe que siempre ha existido”. Hermanos y amigos, esto es falso. Es el catolicismo el que ha cambiado. Nosotros invitamos a los hombres de buena voluntad a volver a la fe del origen, cuando la Iglesia Católica todavía no existía. Es en la fuente donde encontramos el agua más pura. Es en el origen del cristianismo donde encontraremos el poder de la palabra divina. Ahí encontraremos la verdad pura y auténtica, la que Cristo anunció al mundo. Por medio de ella Cristo volverá a reinar entre sus seguidores, sin necesidad de vicarios terrenales o de jefes humanos. En la unidad del amor divino, en la única fe que con humildad recibe y acepta solamente lo que los apóstoles han transmitido en nombre de Cristo, en la obediencia que no se discute, podremos verdaderamente reestablecer la iglesia del tiempo apostólico y reconstruir la verdadera familia de los hijos de Dios.

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