Lo que hacemos con nuestro cuerpo hace la diferencia. El apóstol Pablo, escribiendo a Tito le dice lo siguiente:
“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5).
La conducta de las mujeres puede hacer que la Palabra de Dios sea blasfemada, y al blasfemar la Palabra, también blasfeman a Dios. Lo que hacemos con nuestro cuerpo puede hacer lo mismo. Pablo también escribió lo siguiente a los romanos:
“Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros” (Romanos 2:24).
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