lunes, 28 de mayo de 2012

Epístola a Filemón



I. El autor de la carta
A.    Sin discusión, el apóstol Pablo es el autor de esta carta, siendo Timoteo socio de Pablo en el envío de ella (1:1).  El autor de la carta a los colosen­ses, y el de ésta, es el mismo. 
B.    Los mismos dos, Pablo y Timoteo, las envían, y los mismos hermanos mandan saludos (Epafras, Marcos, Aristarco, Demas, y Lucas Fil 23-24), con la excepción de que en la carta a los colosenses se agrega el nom­bre de Jesús, llamado Justo (Col 4:10-14).  En las dos cartas es saludado Ar­quipo.

II. El fondo y el propósito de la carta
A.    Onésimo, un esclavo, había desertado de su amo en Colosas (Col 4:9, Fil 11, 15, 18).
B.    Estando cerca de Pablo, fue convertido en cristiano.  Ahora, como cristia­no, debía volver a su amo y hacer la restitución debida.  Pablo le persuadió, con la enseñanza del evangelio, a hacerlo, y preparó esta carta para el amo, File­món.
C.    Sin duda la carta logró su fin.  Tal carta, en su manera de expresarse, es­crita por tal hombre, “prisionero” fiel de Jesucristo, no fácilmente fallaría en inducir a Filemón a recibir de nuevo a Onésimo, y esto de manera bondadosa. El evangelio, en toda situación diaria, extrae lo mejor en el hombre sincero y amador de la verdad.  Onésimo, ahora cristiano, tenía un deber que cumplir ha­cia su amo; Filemón, exhortado y suplicado por mensaje apostólico, tenía que responder de manera consecuente con la mente de Cristo.
D.   Esta carta es un buen ejemplo de súplica tierna, de cortesía, tacto y di­plomacia, y de generosidad de espíritu. 
E.    Pablo intercedió con Filemón a favor de Onésimo, el esclavo que se había fugado.  Ya que el esclavo es ahora cristiano, le suplica que le reciba como a hermano en Cristo.  Además, con generosidad de corazón, Pablo ofrece hacer su­ya cualquier deuda que Onésimo tuviera con su amo.

III. La Biblia y las injusticias sociales
A.    La Biblia se dirige a toda cuestión en la vida del hombre.  Se dirige a la de la esclavitud.  Esta carta da un ejemplo del trato cristiano entre amo y esclavo, conforme a pasajes sobre el particular en otras epístolas novotesta­mentarias (Ef 6:5-9, Col 3:22-4:1, I Ti 6:1-2, Tito 2:9-10, I Pe 2:18-20).  Las Escri­turas no abogan por la esclavitud; tampoco promueven la prohibición de ella como cosa inherentemente mala.  (Desde luego el robo de personas es malo, por­que es malo el robar).  En tiempos bíblicos había mucha esclavitud por suje­ción voluntaria.  Pero el evangelio no aprueba en nada la “desobediencia ci­vil” como es promovida hoy en día para cambiar supuestas o verdaderas injus­ticias de hombres contra hombres.
B.    En Cristo delante de Dios toda persona es igual (Gal 3:28).  En la vida social, muchas veces hay distinciones, clases y rangos, aunque en un sentido toda per­sona es esclava (Ro 6:16-18; es cuestión de ¡cambiar de amo!).  Lle­gar el esclavo a ser cristiano no le obligaba a buscar la libertad civil (I Co 7:17-24), como tampoco los esposos cristianos ya debían dejar a sus esposos in­conversos (v.12-16). 
C.    La Ley de Cristo no sirve de ocasión ni de justificación para sublevaciones y disturbios sociales.  El evangelio no obliga al esclavo a llegar a ser libre, ni al gentil a circuncidarse, ni al ju­dío a dejar de ser circuncidado.  No sirve de promoción de una su­puesta “uto­pía” en este mundo, sino para salvar al pecador y prepararle para la vida eter­na.  Para el mundano, la esclavitud significa ser propiedad de otro; pero de­lante de Dios lo que importa eternamente no es estar socialmente libre, sino ser heredero de la vida eterna por medio de la conversión a Cris­to.
D.   El evangelio es el único poder para hacer cambios deseables permanentes, porque cam­bia el corazón del hombre.  La legislación humana puede modificar y hasta cierto grado limitar las injusticias del hombre, pero el papel del gobierno es principalmente castigar a malhechores (Ro 13:1-7).  Cristo y sus apóstoles, y los demás discípulos no promovieron demostraciones y desfiles públicos ante sedes de gobiernos para procurar quitar injusticias sociales o para establecer justi­cias.  El evangelio cambia el corazón del hombre, y luego con conciencia según la mente de Cristo, ese hombre legisla y gobierna con moralidad y justicia.

IV. El tiempo en que la escribió y desde donde
A.    Las fechas que comentaristas reconocidos han fijado para esta carta varían entre 60 y 64 d.C. Probablemente 62 d.C.  Fue escrita y enviada al mismo tiempo que las cartas a los Efesios y a los Colosenses, que fue durante el primer encarcelamiento de Pablo en Ro­ma.  Ellas tienen el mismo autor, y fueron escritas para hermanos de la mis­ma región y bajo circunstancias similares. El portador es el mismo, Tíquico (Ef 6:21, Col 4:8-9).  Probablemente fue Onésimo mismo quien llevó esta carta a su amo.
B.    Algunos afirman que Cesarea es el lugar desde donde fue enviada esta carta a Filemón, y naturalmente en una fecha más temprana.  (Pablo estuvo encarcela­do en Cesarea, (Hch 23:23-24), como dos años (Hch 24:27), antes de ser llevado a Roma, 27:1).  Pero la evidencia fuerte apunta más bien a Roma como el lugar del origen de esta carta.  Fue escrita en un tiempo cuando Pablo esperaba lo­grar su libertad (Fil 22).  Epafras había ido a Roma a informar a Pablo acer­ca de las cuestiones vivas en la región de su hogar (Colosas, Laodicea) (Col 1:8), y ahora Pablo desde Roma escribe a las iglesias en Colosas y en Laodicea (Col 4:16), como también a Filemón, residente en Colosas.

V. La autenticidad de la carta
A.    Esta carta es la única puramente personal en el Nuevo Testamento.  (Las cartas a Timoteo, a Tito, a la señora elegida, y a Gayo, tratan asuntos doc­trinales aparte de lo personal).  Pero a pesar de ello, esta carta era reconocida como inspirada por los “Padres Apostólicos” (los primeros doctores en asuntos bíblicos).  Los siguientes dan testimonio a tal conclusión: Orígenes, Tertu­liano, Eusebio, Jerónimo, y Policarpo.  El hecho de que no citaban mucho a es­ta carta fácilmente se puede atribuir a la brevedad de ella.
B.    FILEMÓN está  bien relacionado con COLOSENSES.  Si la carta a los COLOSENSES es auténtica, entonces también lo es FILEMÓN.

VI. A quienes escribió
A.    Es una carta personal a Filemón.  Éste era de Colosas en Frigia (Col 4:9,  di­ce Pablo que Onésimo, esclavo de Filemón, era de Colosas; de eso se de­duce que Filemón era de Colosas).
B.    Era cristiano fiel en Colosas.  Se infiere que era hombre de medios, pues tenla cuando menos un esclavo, y tenla una casa sufi­cientemente grande para servir de sitio de reunión para la iglesia, y para hos­pedar a visi­tan­tes.  Aparte de hospitalario, era hom­bre reconocido por su gene­rosidad ha­cia todos.  Su carácter era de pura nobleza.  Parece haber sido ami­go íntimo de Pa­blo (versículo 1, “al amado Filemón”).  Se pudieron haber conocido du­rante los dos años y meses que pasó Pa­blo en Efeso, cuando predicó allí y en sus derredores (Hech. 19).  Se implica que era converso de Pablo (versículo 19).  De alguna manera cooperaba con Pablo en el evangelio, pues en el versículo 1 se le dice, “colaborador nuestro”.  Su nombre se deriva de una palabra griega para decir “amor”.
C.    Siendo hombre de integridad, se podía esperar que hiciera lo justo en este caso que se presentó.
D.   Aunque por el texto es obvio que esta carta fue escrita en particular a Filemón, en la salutación Pablo se dirige también a Apia, a Arquipo, y a la iglesia en la casa de Filemón.  Al final de la carta (versículo 25), Pablo dice “vues­tro espíritu” (plural).  Se leería, pues, esta carta a todos los saludados en ella (los versículos 1,2).

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